En los últimos años, la muerte súbita ha tenido una gran presencia mediática a causa de los importantes casos relacionados con el mundo del deporte, tanto profesional como amateur. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en ‘Revista Española de Cardiología’ (REC) muestra que el grueso de los casos de muerte súbita tiene lugar en los hogares.
Esta variable se relaciona con un peor pronóstico final, ya que aumenta la proporción de paradas cardiorrespiratorias (PCR) no presenciadas. «En consecuencia, el intervalo de intervención entre la detección de la parada y la llegada de los equipos de emergencias es mayor, a la vez que se reduce la aplicación de técnicas de reanimación previas», señala Rosell.
El estudio, realizado entre 2008 y 2012 en 4.072 pacientes (72% hombres) con diagnóstico de muerte súbita cardiaca, registró una incidencia estimada de 14,6 eventos por 100.000 habitantes y año. De los casos estudiados, el 65,4 por ciento se declaró fallecido y un 10,2 por ciento sobrevivió a la PCR con buen resultado neurológico.
Asimismo, la mayor supervivencia se relacionó con un ritmo inicial desfibrilable, PCR presenciada e intervenciones previas a la llegada del equipo de emergencias, y con la realización de intervencionismo coronario percutáneo como parte de los cuidados pos-resucitación.
SOLO UN 10% RECIBIÓ SOPORTE VITAL
Los datos han mostrado que sólo uno de cada cinco afectados recibió soporte vital básico realizado a cargo de testigos, lo que condiciona el pronóstico final. También cabe destacar que el uso de desfibriladores automáticos fue escaso, a pesar de que un 25 por ciento de los casos tenía ritmos iniciales desfibrilables.
«La fase previa a la llegada de los equipos de emergencia ha demostrado ser crítica para la supervivencia, y es por tanto el área donde deben centrarse los esfuerzos de mejora», señalan desde la Sociedad Española de Cardiología, que reclama la integración de las técnicas de reanimación cardiopulmonar en el currículum educativo, así como la mayor implantación de desfibriladores automáticos externos (DAE) en los lugares públicos.
«Debemos ser conscientes de la necesidad de tener desfibriladores en todos los espacios públicos, que es algo que ahora mismo no hay. Y, avanzando, las comunidades de vecinos grandes, o apartadas de las ciudades, también deberían tener uno, ya que para ellos va a significar ganar tiempo. El desfibrilador, con una sola vez que se use, ya está más que amortizado», advierte Rosell.
LOS PRIMEROS 8 MINUTOS SON DECISIVOS
El inicio de la atención en los primeros ocho minutos se relaciona con una mayor probabilidad de llegar a ingresar en el hospital, y cada minuto que pasa disminuye un 10 por ciento la probabilidad de supervivencia. Según Rosell, «hay un punto de no retorno a partir del cual los cardiólogos podemos mantener, pero no mejorar. Dependemos mucho de que se haya mantenido el flujo sanguíneo, mediante masaje cardiaco y, en el mejor de los casos, que se haya podido realizar una desfibrilación».
Por eso, continúa, «es importante implicar y educar a la sociedad, porque la única manera de mejorar la atención a la muerte súbita es mediante la formación del primer interviniente y mediante el acceso público a desfibriladores».
La muerte súbita cardiaca es la aparición repentina e inesperada de una parada cardiaca en una persona aparentemente sana, que se encontraba bien en las 24 horas previas. En Europa, afecta en torno a 400.000 personas año, de las que sobreviven menos del 10%.